Presidencia de la Nación

Patrimonio cultural


El Parque Nacional Copo se caracteriza por no tener cuerpos de agua permanentes, cualidad que hace dificultoso la presencia regular de asentamientos humanos.

Desde tiempos prehispánicos la región constituyó una fuente de recursos naturales para distintos grupos nómades que ocuparon el área de forma estacional y que desarrollaron una economía basada en la caza y la recolección (frutos, raíces y miel entre otros). A la llegada de los españoles este sector estaba ocupado por pueblos indígenas Lules, Vilelas, Guaycurúes y Abipones

Durante los siglos XVI y XVII los españoles se abocaron a dominar a los pueblos sedentarios de la planicie central de Santiago del Estero, entre los ríos Dulce y Salado.

Hacia el siglo XVIII empiezan a extender sus dominios hacia el chaco con las construcciones de fuertes de frontera dado que algunos pueblos nómades en épocas de sequía incursionaron en malones saqueando los asentamientos españoles.

Como estrategia de dominio y evangelización algunos pueblos fueron agrupados en reducciones (misiones religiosas). En esta región estuvieron a cargo de la orden religiosa de los jesuitas (Compañía de Jesús), asentándose la mayoría de ellas en las orillas del Rio Salado. Así se crean, entre otras, la reducción Lule San Juan Bautista de Balbuena (1711) y las reducciones Vilelas San José de Petacas (1735) y Nuestra señora del Pilar (1763). Las misiones jesuitas estaban bien organizadas. En ellas se practicaban tareas tales como hilados, artesanías, ganadería, agricultura y recolección de miel y de cera. Con la expulsión de los jesuitas (1767) las reducciones entran en retroceso, muchos de los indígenas retornan a su vida nómade en el monte y mientras que otros pasan a formar parte de la mano de obra campesina de las haciendas.

Con la conformación del estado argentino el impenetrable santiagueño pasa paulatinamente a ser colonizado. Primero, hacia 1845, con la intensificación de la ganadería y el comercio y segundo con la llegada del ferrocarril Gral. Belgrano en 1930, para facilitar el transporte a la explotación maderera. Las estaciones de ferrocarril se constituyen en polos de desarrollo económico local atrayendo a numerosas familias y conformándose en sus derredores los pueblos que hoy en día conocemos (Monte Quemado, Los Pirpintos, Pampa de Los Guanacos, etc.).

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