Presidencia de la Nación

Las Madres de Plaza de Mayo cumplieron 45 años de lucha

No era jueves, era sábado aquel 30 de abril de 1977 cuando 14 mujeres se reunieron por primera vez frente a la casa Rosada, en plena dictadura, para exigir información sobre sus hijos e hijas que habían sido secuestrados y de los que no se sabía nada. “Individualmente no vamos a conseguir nada”, se le escuchó decir a una de ellas. Era Azucena Villaflor.

La idea se concretó y fueron hacia la Plaza de Mayo. Azucena, Berta Braverman, Haydée García Buelas, María Adela Gard de Antokoletz, Julia Gard, María Mercedes Gard, Cándida Gard, Delicia González, Pepa Noia, Mirta Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin y dos mujeres más de las que no se conocen sus nombres.

El Estado de sitio había sido decretado por la dictadura y regía por esos años. Se impedía la reunión de más de dos personas en un lugar público. Un policía se acercó el primer día que marcharon y les ordenó “circular”. Entonces, se tomaron de los brazos, de dos en dos, y comenzaron dar vueltas alrededor de la Pirámide de Mayo. Era el comienzo. Después de aquel día las Madres decidieron hacer eso mismo una vez por semana, aunque cambiaron el día. No sería sábado porque habitualmente no había mucha gente en el centro: sería los días jueves.

Desde entonces, y hace 45 años, todos los jueves a las 15.30 marchan para saber qué pasó con sus hijos e hijas.

Un pañuelo que terminó siendo un símbolo

En octubre de 1977 se iba a realizar la tradicional peregrinación católica a Lujan y las Madres decidieron usar por primera vez algo que quedaría como símbolo de su lucha: el pañuelo blanco.

En épocas de pañales de telas, las madres conservaban los que habían usados sus hijos e hijas ahora desaparecidos y decidieron que se los pondrían en la cabeza para reconocerse entre la multitud.

La peregrinación era la única actividad multitudinaria que por esos días era permitida por la dictadura. Frente a la Basílica de Luján reclamaron y rezaron por los desaparecidos.

Lo que comenzó con estas mujeres tomó fuerza muy rápido y la dictadura intentó eliminar a las Madres desapareciendo a tres de sus referentes, a fines de 1977. Al igual que los hijos e hijas a los que buscaban, Azucena Villaflor de De Vincenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco fueron secuestradas y desaparecidas entre el 8 y el 10 de diciembre de ese año.

El 8, en la iglesia Santa Cruz se reunieron unas 50 personas a preparar una solicitada para ser publicada en un diario. Al salir de allí, un grupo de tareas a cargo de Alfredo Astiz, que se había infiltrado en el grupo, secuestró a Esther, a María y a ocho personas más entre las que se encontraban las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.

Azucena corrió la misma suerte. Aunque no estaba ese día, fue secuestrada cerca de su casa en Sarandí. Todas fueron llevadas a la ESMA y arrojadas vivas al mar en los “vuelos de la muerte”.

“Las 'locas' seguimos de pie”

45 años pasaron de aquella primera ronda, la lucha sigue y se sintetiza en una frase: "A pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las 'locas' seguimos de pie”, dijo Taty Almeida cuando el sábado en la Ex ESMA se realizó un homenaje.

A sus 91 años Taty explicó que “no fuimos heroínas ni nada de eso. Hicimos lo que cualquier madre hace por un hijo". Y agregó: "Nos llamaron locas y sí, estábamos locas de dolor, de rabia, de impotencia”.

Y concluyó: “Estamos tranquilas porque están los jóvenes y a ellos les pasamos la posta. No hay que tener miedo a la palabra militancia, que significa compañerismo, ocuparse del otro".

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