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Compost: cómo transformar residuos orgánicos en abono

Del total de los residuos sólidos urbanos 17% pertenecen a papel y cartón, y un 50% a residuos orgánicos. INTA AMBA brinda detalles de preparación de esta enmienda que enriquece y reactiva el suelo de huertas, jardines o canteros.

El compostaje es un proceso mediante el cual se transforma a los residuos orgánicos en abono, una enmienda ideal para enriquecer y reactivar el suelo de nuestra huerta, jardín o cantero.

Esta transformación es llevada adelante por microorganismos descomponedores (hongos, bacterias, entre otros): “Verdaderos recicladores que, mediante su acción, descomponen, desarman y reorganizan la materia, generando compost: resultado final del proceso de compostaje. Una enmienda estabilizada con múltiples beneficios para el suelo”, afirma Agustín Colson, técnico de la Agencia Avellaneda del INTA AMBA quien agrega que del total de los residuos sólidos urbanos 17% pertenecen a papel y cartón, y un 50% a residuos orgánicos.

Colson explica que “es central entender que los que compostan son estos seres diminutos (microorganismos descomponedores) y que nuestra labor será brindarles alimento y condiciones adecuadas para que se desarrollen de manera óptima”. Se alimentan de materia orgánica y se ubican en dos grandes grupos: los verdes, húmedos o nitrogenados, y los marrones, secos o carbonados.

Los verdes aportaran principalmente humedad y Nitrógeno, insumo clave para la producción de proteínas y el crecimiento de las poblaciones bacterianas, mientras que los marrones aportarán Carbono que será usado como fuente de energía y desarrollo de hongos y bacterias aportando a su vez porosidad y aireación, describe el técnico del INTA Avellaneda.

Manos al abono

Para compostar requeriremos de un lugar adecuado para hacerlo: existen sistemas abiertos (al aire libre) y cerrados. Agustín Colson profundiza: “En las ciudades, cuando hacemos un manejo de pequeños volúmenes de residuos domiciliarios, contamos con poco espacio y requerimos mantener cierta estética e higiene, para que el compostar sea algo sostenible en el tiempo, deberemos recurrir a sistemas cerrados, contenedores, tachos o artefactos a los que llamaremos compostera”.

Se puede encontrar una variopinta gama de modelos o ideas para realizarlos (comerciales o artesanales). “Cualquiera sea la opción elegida deberá garantizar una adecuada humedad, temperatura y aireación. Para esto es clave dimensionar el contenedor con relación al volumen de residuos producidos: deberán contar con tapa y orificios de drenaje y recolección del lixiviado, líquido que se libera al descomponerse la materia orgánica”, indica el técnico.

Dentro de la ciudad puede haber espacios amplios para una huerta de traspatio o comunitaria. En ese caso pueden utilizarse los residuos de jardín (pasto, hojas, restos de podas) junto con los desechos de la cocina: “De ser así es recomendable utilizar un sistema semicerrado tipo corral, cajón o tacho de dimensiones considerables. Una compostera de 1metro cuadrado por 1m de alto dividida en 2 secciones donde puede procesar los residuos de hasta 10 personas”, aclara el especialista del INTA AMBA.

Y suma que el diseño de la compostera deberá tener facilidad para revolver los materiales, para regarlos y contará con tapa o cobertura ante la lluvia y entrada de animales y con orificios de drenaje y recolección de lixiviado. Y si está apoyada sobre el suelo la primera capa deberá ser de material grueso (ramas, hojas secas) para evitar compactación y malos olores.

En el caso de un espacio reducido, para una huerta de balcón, que solo cuente con residuos de cocina se recomiendan contenedores cerrados, cajones de leche o tachos de pintura, siempre con orificios de drenaje, tapa y sistema de recolección de lixiviado.

¿Qué sí y qué no?

Colson remarca que es clave el primer paso de separación de residuos: húmedos (“verdes”) y secos (“marrones”). No se deben utilizar: restos de comidas elaboradas, condimentadas o cocidas, productos lácteos, carnes, grasas, huesos, papeles o cartones con tintura, pañales, pañuelos de papel o de uso para higiene, estiércoles de mascotas o plantas o maderas con tratamientos químicos.

En un primer paso, sigue el técnico, se debe mantener una relación entre materiales marrones y verdes de al menos 2:1: “Es decir 2 partes de marrón por una parte de verde. Aunque esto en compoteras domiciliarias pequeñas puede ser difícil de lograr, en cuyo caso podremos mantener una relación 1:1 teniendo en cuenta que deberemos estar más atentos a la aireación del compost, ya sea revolviendo más a menudo o aportando lombrices”, aclara.

“Podemos valernos de la técnica de “lasagna” para ajustar esta proporción, es decir ir aplicando en capas sucesivas y alternadas materiales verdes y marrones”, grafica Colson.

A tener en cuenta

El técnico del INTA AMBA recomienda que debe estar húmedo pero no saturado (60%): “Si uno aprieta un puado entre sus manos debería asomar alguna gota entre los dedos, sin que se produzca chorreado”. Es clave la aireación que se logra con una correcta proporción de materias, con volteos o mezclado y con la ayuda de lombrices.

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